Solo un milagro podía salvar las Tablas de Daimiel del incendio subterráneo que las consumían y, al final, ha sido la propia naturaleza la que ha obrado ese milagro y nos ha dejado en evidencia. Es algo increíble; en poco más de un mes, las intensas lluvias que han caído en la región han conseguido que las hectáreas inundadas hayan pasado de 20 a más de 1700. El Acuífero 23 se ha comenzado a llenar y ríos que llevaban más de una década secos han vuelto a correr, como el Pellejero o el Azuer (que hace poco hasta han recorrido en piragua). Ahora da gusto acercarse al Gigüela, a su paso por Villarrubia, o al Guadiana, por el molino de Molimocho, donde ya casi desborda, o cerca del molino de La Máquina, donde recibe el agua embravecida del Azuer.
Esperemos que las diversas autoridades hayan tomado nota y que todos sepamos estar ahora a la altura y podamos evitar una nueva degradación de este entorno singular.
Deja un comentario